Textos de Sebastián Gayá
1948 Despedida peregrinos a Santiago
Ha llegado, por fin, la hora de Dios. La hora largamente anhelada y presentida con ansias vivas de 12 años, la hora que nos preparó otra generación de la que los 7.000 mejores...
El cincuentenario del movimiento de Cursillos de Cristiandad. Ante un siglo nuevo
Me encanta estar con vosotros; me encanta que todavía queráis estar conmigo: somos el amanecer y el ocaso; pero el uno y el otro lleno de luz; la luz de la fe que estalla en la vida...
Pienso que esta Ultreya
Comunidad de fe confesada en la adhesión a la Palabra de Dios que es iluminadora y eficaz; celebrada en los Sacramentos los cauces los gestos a través de los cuales...
Ilusión, entrega y espíritu de caridad
Son tantas las veces que, desde que un día, en aquel Rollo Preliminar de nuestro Cursillo, hemos oído hablar y hemos hablado de ilusión, entrega y espíritu de caridad...
La amistad
Si buscamos en el Diccionario la palabra amistad, tomamos consciencia de la infinita distancia que puede haber entre una definición y una realidad. La amistad, dice el Diccionario, es un afecto puro y desinteresado...
Sagrado Corazón de Jesús
Para el Evangelista Juan, Jesús murió en la vigilia de la Pascua judía, que ellos llamaban Parasceve, es decir, el día de la preparación de la Pascua...
El autor de la santidad, el espíritu santo
El que nos da la gracia, el que nos injerta en Cristo, el que nos levanta hacia Dios, el que va torneando y moldeando el alma hasta acoplarla según el corazón de Jesús...
La resurreción de Cristo
Nada del fenómeno cristiano sería válido sin la Resurrección del Señor. Todo se apoya en ella: sin ella, nos dice el Apóstol Pablo, sería vana nuestra fe...
Con resplandor creciente
La vida de Cristo, con todas sus luces y resplandores, se manifiesta y se comunica precisamente a través de la pobreza y la debilidad del evangelizador...
Los mansos
¿Qué entendería Jesús al decir “los mansos”? En general. A todos los espíritus humildes y pequeños, que, por serlo, se hallan expuestos a las violencias, a las opresiones...
La luz sobre el celemín
La parábola de la luz, encendida en el candil. ¿Qué hacer con ella? Sería absurdo encenderla para meterla en el cofre de los recuerdos donde no se le pudiera ver...
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Sacerdote
El cielo y la tierra, Dios y los hombres se encuentran y se abrazan en ese hombre divinizado, en ese ser, el sacerdote, que siendo hombre lleva el sello y los poderes de Dios.
Alegres porque somos hijos en el padre
Es inefable, llena de encanto la alegría del niño cuando el padre llega a casa y sabe que no le va a faltar nada: el Señor es mi Pastor... Sabe que está seguro contra lo que pueda venir.
La ilusión
Es verdad, sí, que se pasa por el tubo de la noche oscura, de las horas malas; es verdad que son muchos los momentos en que sentimos tremendo desconcierto...
La entrega
Pero esa ilusión exige una entrega, porque la fe no puede ser muerta. La fe debe ser vivida. La fe debe ser coherente y vital. La fe debe inundar todas las cavidades del hombre...
Espíritu de caridad
No somos granos de arena, somos sarmientos de una misma vid. La vid -el tronco, la cabeza- es Cristo; nosotros somos los sarmientos. No somos gota de agua; somos mar...
El que quiera venir (I)
Teóricamente cabía que le hubiera creado sin libertad, como el sol, la luna y las estrellas, como los montes, los mares o los aires, como el árbol, el bosque o la flor como los reptiles...
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Etapas de un Peregrinar. Introducción
Durante el periodo de diciembre de 1945 a diciembre de 1946 se publicaron en Proa, la revista de los jóvenes de Acción Católica de la Diócesis de Mallorca, una serie de artículos. Bajo el título genérico de Etapas de un peregrinar...
Etapas de un Peregrinar. Etapa I: ¡En marcha los peregrinos!
Toda la historia de Israel, con sus hecatombes y sus apogeos, era sombra y signo y aviso de una realidad. Y en esa página de inquietud y nomadismo, hay también su clara lección. Aquello era gritar a los oídos de los mortales...
Etapas de un Peregrinar. Etapa II: La gracia de peregrino
La santidad consiste en hacer la voluntad del Padre que está en los cielos, tomando como pauta y norte de la vida ese querer de Dios, impregnando toda nuestra actividad humana de un tono y de un objetivo divinos...
Etapas de un Peregrinar. Etapa III: Fuente en el desierto
Jesucristo nos la mereció, decíamos, con su redención. Brotó de la cumbre del Gólgota. Y la dejó en el seno de esa Sociedad de la Vida que llamamos la Santa Iglesia Católica. Ella es la dispensadora de los misterios de la Vida...
Etapas de un Peregrinar. Etapa IV: Cayado, Brújula, Norte
No es sólo Dios quien tiene que abajarse hasta el polvo para proveer y municionar al hombre con sus Sacramentos. También el hombre tiene que subir y ascender hacia Dios para merecer ese abastecimiento...
Etapas de un Peregrinar. Etapa V: Los “baches” del camino
Los santos tienen un corazón con todas sus venas y arterias; tienen su carne como toda carne; y dentro de años, sobre los altares, llevarán corbata de abogado o zamarra de ferroviarios, como antes ya llevaban...
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¡Señor, que no tenga cristales de aumento para ver las contrariedades! Señor, que sepa hacer de ellas un camino de aproximación hacia Ti. Señor, que te sepa sentir en ellas.
¡Deja, Señor, que sólo sea un pobre peón de tu Iglesia!
Jesús; lo que Tú quieras, porque Tú lo quieres, como Tú lo quieres, mientras Tú lo quieras, donde Tú lo quieras.
¡Dame ojos Señor, para ver! ¡Dame voluntad de amor!
¡Qué paciencia la tuya, Señor! ¡Sólo un amor infinito puede aguantar tanto!
¡Señor, que los que nos llamamos cristianos, lo seamos de veras! ¡Señor, que los que no somos cristianos de veras, no seamos obstáculo para que lo sean quienes están dispuestos a seguirte!
Hazme humilde, Señor, y, sobre la rústica de mi humildad, enciende una llamarada de amor que renueve constantemente la faz de mi alma.
¡Que yo sea santo Señor, y que los demás sean mejores que yo!
¡Haz, Señor, que todas mis redes lleven enredada esta fe en tu nombre!
¡Que no sea obstáculo a tu Gracia!, ¡Señor, que encuentre el pincel siempre limpio, siempre a punto, siempre a tu gusto! ¡Que me sienta barro para ser moldeado según Tu voluntad!
¡Señor, enséñame a hacer oración! ¡Dame voluntad de agradarte!
Oraciones escritas por Sebastián Gayá
Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia
Haz, Señor, que no nos asusten las trincheras
que pueda el mundo levantarnos;
si las levanta, que la esperanza del Reino,
que la esperanza de tu justicia,
en la esperanza de tu gloria,
haga que por esos caminos sepamos hallar el camino
de nuestra mayor entrega a tu voluntad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
Quiero, Señor, ¡límpiame!
quiero, Señor, gozar de la hartura de tu bienaventuranza,
quiero, Señor, hacer de mi vida un poema en tu honor,
quiero que cada acción mía sea un paso hacia arriba;
quiero luchar;
quiero esforzarme,
quiero como Tú quieres,
donde Tú quieres,
porque Tú quieres.
Bienaventurados los mansos
Señor danos a entender,
danos enamorarnos,
danos vivir la bienaventuranza de tu mansedumbre;
arráncame, Señor, mis destemples y mis desplantes,
mis violencias, mis iras, mi mal humor.
Haz, Señor, que me doble siempre a tu voluntad,
como la flor al viento.
Haz que deje caer siempre a mi paso
una gota de serenidad y suavidad y dulzura.
Haz que sea alfombra para que los demás pisen blando; haz de mi vida una estela de luz suave, que a nadie deslumbre y sosiegue a todos, que eso, sí, eso es poseer la tierra, a fuerza de no quererla poseer.
¡Señor, detente!
¡Señor, detente!:
aquí tienes ese trozo de vida que me queda,
para que Tú la rijas,
para que Tú seas su centro,
para que te hospedes en ella.
No llores, Señor, que nuestras lágrimas
las lágrimas de nuestro arrepentimiento,
las lágrimas de nuestro propósito de superación
sequen el llanto de tus ojos.
¡Quédate, Señor!,
que sin Ti se hace noche en la vida del alma.
Señor, sé mi esperanza
Señor, sé mi esperanza.
Sé mi brújula, para no dejar tus caminos.
Sé mi puerta para que por Ti entre y salga durante mi vida.
Sé mi pastor y yo tu mansa oveja.
Sé mi vid y yo tu sarmiento.
Sé el pan de mi vida; aliméntame.
Sé la luz del mundo: alúmbrame.
Sé mi camino, mi verdad y mi vida:
sé mi todo, sé mi centro
para que tienda yo hacia Tú imán de almas
esperanza de los espíritus,
y seas luego mi goce, mi dicha y mi amor,
en aquella región donde la esperanza muere porque se posee… Amén.
Luz de mi vida
Aunque el maligno levante barricadas contra mi fe, Señor,
sé que Tú andas metido en la urdimbre de todos mis acontecimientos;
sé que todo ocurre en el mundo bajo la luz de tu mirada;
sé que nadie da un paso sin que Tú lo dispongas o lo permitas;
sé que cuanto sucede lo habrás proyectado Tu para bien de tus escogidos;
sé que nos has perdido la ilusión de que yo suba en tu camino;
sé que, para esa subida, en mi peregrinar de santidad, contaré contigo todos los días.
Haz, Señor, que sienta todo esto hasta en lo más profundo de mi ser;
haz que lo viva de forma que todo ese "saber" sea la luz de mi vida.
Dirigente
Señor, dame sentido de responsabilidad:
"los hombres caminan, pero Tú los guías".
¡Que tenga la cabeza serena, y el corazón encendido,
y la voluntad dócil,
y los pies prontos,
y los brazos afanosos,
y las rodillas dobladas,
para ser un poco palanca de este mundo
que, sin saberlo, camina hacia Ti!
María
Madre mía amantísima, acuérdate de este pobre pecador en todos los momentos de mi vida. Ave María
Acueducto de la divina gracia, lógrame abundancia de lágrimas para llorar mis pecados. Ave María
Reina del Cielo y Tierra, seas mi amparo y mi defensa en las tentaciones de los enemigos de mi alma. Ave María
Inmaculada hija de Joaquín y Ana, consígueme de tu amantísimo Hijo las gracias que necesito para salvarme. Ave María
Abogada y refugio de los pecadores, asísteme a la hora de mi muerte y ábreme las puertas de la Jerusalén celestial. Ave María
Señor, enséñame
— Señor: enséñame a hacer tu voluntad
— Señor: sálvanos, que perecemos.
— Señor: que no sea un obstáculo a tu Gracia.
— Señor: dame de tu Pan de vida.
— Señor: que quiera todo y sólo lo que quieras Tú.
— Señor: ten piedad de mí.
— Señor: ayuda mi incredulidad.
— Señor: que vea.
— Señor: ¿qué quieres que haga?
— Señor: que me conozca y Te conozca.
— Señor: si quieres, puedes limpiarme.
— Señor: sólo Tú tienes palabras de Vida eterna. ¿A quién iré fuera de Ti?
— Señor: hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
— Señor: dime, como al paralítico: "levántate y anda".
— Señor: si es posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
— Señor: dame sed de Ti.
— Señor: he visto tu estrella y vengo a adorarte.
— Señor: para Ti todo honor y toda gloria.
— Señor: sin Ti nada puedo.
— Señor: enséñame a hacer oración.
— Señor: envía operarios a tu campo.
— Señor: quédate con nosotros, que está atardeciendo.
— Señor... Señor...
Salmo de la alegría
Estoy contento, Señor,
porque sé que me amas, a pesar de todas mis miserias.
Estoy contento, Señor,
porque, pase lo que pase, soy hijo tuyo, hermano de tu Hijo, templo del Espíritu Santo.
Estoy contento, Señor,
por todos mis días sencillos en que no ha faltado a los míos cuanto les era menester.
Estoy contento, Señor,
porque siempre ha habido pan en mi mesa, y tal vez una flor o un pájaro en mi ventana.
Estoy contento, Señor,
por el cariño de mi esposo, o, al menos, por la fuerza con que aguanto sus despistes.
Estoy contento, Señor,
por la sonrisa de mis niños, el día de su Primera Comunión.
Estoy contento, Señor,
porque, entre mis cruces, Te veo llevando la Tuya... y la mía.
Estoy contento, Señor,
porque, a pesar de las soledades, todavía quedan sonrisas sinceras y manos amigas.
Estoy contento, Señor,
porque, para mis desfallecimientos, Te quedaste en la Eucaristía.
Estoy contento, Señor,
aunque mis ojos lloren, por todo lo que me prestaste, y luego me pediste.
Estoy contento, Señor,
porque, a pesar de mi nada, puedo hacer algo para que Te amen.
Estoy contento, Señor,
porque, siendo Señor de todo, también quieres las migajas de mi pobreza.
Estoy contento, Señor,
por esos "momentos" que me proporcionas, para sentir mejor tu cercanía.
Estoy contento, Señor,
porque me rodeaste de cristianos, con quienes hacer mi Reunión de Grupo.
Estoy contento, Señor,
porque, para que nada faltara, me diste por Madre a tu Madre.
Bendito seas, Señor,
en medio de mis espinas y mis flores;
Bendito seas, Señor,
en mis días de calma y en mis días de tormenta;
Bendito seas, Señor,
cuando mi hiere Tu mano, porque una mano de Padre siempre acaricia.
¡Alleluia!