Ilusión, entrega y espíritu de caridad
A todos interesará conocer la génesis, el nacimiento, la procedencia y el momento en que surgió el trípode: ilusión, entrega y espíritu de caridad.
Son tantas las veces que, desde que un día, en aquel Rollo Preliminar de nuestro Cursillo, hemos oído hablar y hemos hablado de ilusión, entrega y espíritu de caridad, que creo que a todos habrá de enriquecernos el profundizar en el contenido de esta trilogía.
Era en Mallorca: en la Escuela de Dirigentes, que Dios estaba fraguando esta gran aventura del Movimiento de Cursillos. Y era muy tarde, se estaba configurando el Rollo de Ideal, que fue uno de los que más guerra dieron, de los que más costó entrar.
El Rollo de Ideal debía ser un aperitivo, un despertar los jugos gástricos de la personalidad del cursillista, un abrir panorámicas, para apercibirnos de la falsedad de las posturas de quienes no tienen ideal, y de la incongruencia de quienes teniendo uno, no se entregan a él.
El Rollista expresó el Rollo, al que, como en todos dentro de la Escuela, siguieron los comentarios. Uno se levantó para decir que el Rollo, dado de aquella forma, era negativo, contraproducente, porque se limitaba a una lección de psicología, sin alma, sin nervio, sin interés. Le faltaba, dijo, optimismo, empuje, ilusión.
A otro comentarista le pareció que, aun siendo aprovechable, el Rollo se quedaba en la línea de lo escuetamente racional, intelectual; el Rollo, decía, es inútil si no despierta, aunque sea inicialmente, un primer paso de generosidad, de entrega: el Ideal supone no solo un elemento estático – un conjunto de ideas – sino también un elemento dinámico, el motor para llevarlas a la realidad.
La discusión se enzarzó, se hizo desagradable, casi violenta. Por eso, alguien tuvo que decir que el Rollo conducía a echar por tierra el espíritu de caridad, que debía reinar siempre en todas nuestras cosas, el camino era equivocado.
Yo estaba allí: era el Consiliario de la Escuela. Solo me quedaba reunir, agrupar, aquellas tres ideas –ilusión, entrega, espíritu de caridad– que uno y otro habían expuesto. En aquel instante, sin darnos cuenta, había nacido esa trilogía que debía dar la vuelta al mundo, en andas del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. A la semana siguiente, es decir, en la primera reunión después de aquella, la Escuela empezaba su trabajo recitando la oración que, desde entonces, siempre que oigo esta fórmula, tengo un pequeño momento de cercanía, la presencia de Cristo: los hombres éramos simples instrumentos en sus manos; quien escribía era Él.
Majadahonda, 5 noviembre 1967
Convivencia Cursillistas