Testimonio Jaime Bonet

(Sacerdote. Fundador del Verbum Dei. España)

Sebastián, Heraldo, Apóstol y Maestro del Evangelio

La vida de D. Sebastián Gayá Riera me evoca la personalidad del gran Apóstol de las gentes, San Pablo. Sin duda, lo que más y mejor caracteriza a nuestro Director Nacional del Secretariado de Cursillos de Cristiandad en España, es el triple título, y realidad con que el Apóstol Pablo se sentía agraciado del Señor: El ser constituido, por el mismo Cristo, Heraldo, Apóstol y Maestro del Evangelio.

D. Sebastián, a sus 24 años, inició su magisterio de formador de apóstoles. En aquella edad tuve yo la singular gracia de Dios de encontrarme con él y de seguirle en calidad de discípulo.

Desde aquellos días D. Sebastián, sin interrumpir ni menguar su ritmo de formador de apóstoles, ha ido siguiendo, más bien en progresión ascendente, su magisterio hasta el día de hoy, a sus 85 años. Tal historia fácilmente se dice, más raramente se repite.

Quiero mencionar con ello que no he conocido persona más trabajadora, con mayor celo apostólico y de fe más viva en la Palabra de Dios. Esta tenacidad – condición de toda gran personalidad – impulsada por el Espíritu de Cristo, le ha mantenido a D. Sebastián con la mano apretada al mismo arado y sin jamás volver la vista atrás.

Porque, además, esta dura tarea de forjador de apóstoles, oficio propio del pastor, implica un ir siempre por delante, haciendo camino al andar, logrando que los discípulos le sigan sin que se arredren ni se desvíen. Es necesario que las ovejas le conozcan y que el pastor conozca a sus ovejas, una por una, llamándolas por su nombre. El numeroso rebaño de D. Sebastián permanece hoy en su longeva memoria. Tal fenómeno sólo acontece cuando el amor del pastor se eleva por encima del número de sus discípulos y supera el peso de los años; cuando es más fuerte que la muerte porque desciende de lo alto.

Ardua labor la de nuestro maestro, D. Sebastián, permanente labor, de una existencia necesariamente marcada por el Misterio Pascual de muerte y resurrección, actualizadas al día, como fiel seguidor del Supremo Maestro. Y así y así, día a día, hora a hora, al paso que le marca el corazón ya gastado. Mientras tanto, apuntando siempre a que sus discípulos “vean cosas mayores” y “hagan obras mayores que él”.

Hacer no es más cómodo ni más fácil que el mucho hacer. Y este pareciera ser el lema y el destino, providencial para muchos, del que ha sido maestro de sucesivas generaciones y de fecundas, y variadas, promociones de apóstoles que, con fruto abundante, trabajan, desde la primera hora de la jornada hasta la última, en la viña del Señor.

Por lo que la sementera de D. Sebastián, aunque de vastísimo horizonte, no representa, a primera vista, la panorámica real de su extensa acción apostólica. Porque su verdadera influencia eclesial es, precisamente, la que encierra el núcleo genuinamente vital del Reino de Dios; es la que el Señor de la mies señala como semejante al “grano de mostaza” que, germinando y crecido, permite que en sus ramas aniden las aves del cielo; o como un puñado de levadura que, escondido entre la harina, va fermentando la gran masa que abastecerá de pan a multitudes.

En efecto, D. Sebastián, Delegado General del apostolado diocesano de Mallorca, cuna de los Cursillos de Cristiandad, tenía, además, el cargo de Vicario General del Obispo, Pastor nato de toda la Diócesis. A su Vicario y Delegado correspondió el cometido concreto, y explícito, de cuidar la gestación, organización y dirección, así a él personalmente encomendada por el Obispo, con razón conocido mundialmente como el Obispo de los Cursillos de Cristiandad, Monseñor Hervás, de tan gratísima memoria. Quedaba D. Sebastián como primer responsable y ejecutivo del naciente Movimiento de Cursillos de Cristiandad, fermento de renovación cristiana de los cinco continentes.

Pocas raíces humanas subsisten con vida, de las que germinó la encina grande de los Cursillos de Cristiandad. Una de estas raíces matriz, tal vez la más oculta, por más profunda y vital, permanece hondamente enraizada en el humus del Espíritu generador de los Cursillos de Cristiandad: es nuestro querido, D. Sebastián. Y sigue el maestro transmitiendo, con su primigenio vigor, la savia divina al árbol de la Vida, cuya semilla se va multiplicando, sembrando esperanza en áridos valles y desiertos arenosos de nuestra iglesia. Gracias, gracias, buen maestro D. Sebastián.

Loeches. Madrid (España), 19 de octubre de 1998
Testimonio recogido en el libro
«Conversaciones con Sebastián Gayá» de Mariví García. Madrid. 2005