Testimonio Juan García-Murga
(Rector de Cursillos. Madrid. España)
Conocí a Sebastián Gayá a finales de 1967, cuando vine a Madrid a ocupar un nuevo destino en mi carrera. Había hecho yo el Cursillo de Cristiandad número diez de Badajoz, al que me llevaron para que lo viviera como el medio de apostolado que como principal tenían los Hombres de Acción Católica, en cuyo Consejo Diocesano estaba plenamente insertado. Ciertamente me convenció y durante siete años, hasta mi traslado a Madrid, me vinculé al Cursillo, tuve reunión de grupo, participé como responsable en varios y asistí a las clausuras. En realidad, no había descubierto lo que realmente era – es – el Movimiento: sólo lo veía como un medio de captación de hombres para la A.C.
Desde entonces – sin interrupción en estos treinta años – hago reunión de grupo con Sebastián, con el que además de los encuentros semanales con él y en la Ultreya, como los de la Escuela, he multiplicado – bendito sea Dios – los contactos personales. Es mi director espiritual desde entonces; hemos estado juntos en un montón de Cursillos, en convivencias – aquellas estupendas de Iglesia, suyas en la idea y el desarrollo – en jornadas de estudio, un ciclo en el Secretariado Nacional… Hemos viajado, hemos cruzado incontables llamadas de teléfono. Compartimos con él su casa de Mallorca una semana y con él visitamos, estudiamos y rezamos en los lugares donde se inició el Movimiento de Cursillos.
Debo a Sebastián – si es que tengo que buscar algún ejemplo significativo entre tantas cosas – de una parte, una idea clara sobre la libertad cristiana, para la que Cristo nos llamó, que ha significado mucho en mi vida espiritual. De otra, el descubrimiento de la Iglesia, a cuyo servicio siempre me ha ayudado.
Por supuesto siento un claro enamoramiento por el Movimiento de Cursillos. ¡Hay que oír a Sebastián hablar de él! Hay que seguirle cuando va detallando conceptos “movimiento de Iglesia”, “método propio”, “vivencia de lo fundamental cristiano”, “fermentación evangélica de los ambientes”, “descubrimiento y respeto de la vocación personal” … Es imposible – a mí me lo resultó, desde luego – no entusiasmarse.
He aprendido tanto de Sebastián que me resulta difícil contarlo. Y, por supuesto, me resulta más difícil todavía qué ha significado – qué significa – en mi vida. Me lo he preguntado, para redactar estas líneas, en presencia del Señor: maestro, consejero, director, padre espiritual…
En definitiva, me parece que la palabra más correcta, entendiéndola según el Evangelio, para explicarlo, es la de amigo.
Contigo, Sebastián, amigo.
Madrid (España), 19 de octubre de 1998