Testimonio Laura Zaballos
(Dirigente de Cursillos. Madrid. España)
Quisiera aprovechar esta ocasión para testimoniar lo inolvidable que resultó para mí vivir la experiencia de un Cursillo de Cristiandad y también quisiera poder expresar, en breves palabras, mi vinculación al Movimiento de Cursillos. Fue durante aquellos imborrables días cuando descubrí que la verdadera felicidad era saber que Dios me amaba, a mí particularmente, y que nunca me dejaría, al contar Él conmigo y en consecuencia yo con Él, desde aquel mismo momento.
Después de mucho pensarlo, comprendí, que el Señor me llamaba para trabajar en este Movimiento de Evangelización, gritando al mundo que Dios existe y que nos ama. Así fue, como a partir de ese momento me incorporé a participar en este Movimiento de Iglesia. Concluía mi Cursillo en la Clausura del día 20 de enero de 1967. Han sido 31 años con muchos altibajos, unas veces con deseos de retirarme y otras con ganas de continuar. Posteriormente, por circunstancias familiares, supe lo que significaba la soledad; y agradecí el apoyo y solidaridad que recibí de las personas con las que he convivido durante estos años. En el Movimiento encontré fortaleza para aliviar mis momentos difíciles.
En el transcurso de estos años he perseverado con gran fidelidad. Conocí a un sacerdote: Sebastián Gayá; pequeño en altura, pero grande en santidad; un sacerdote que me enseñó a amar a Dios y a mis hermanos los hombres y a darme cuenta de cual era mi camino, transmitido a través de sus palabras.
Ha sido también una persona que ha sacrificados su tiempo para escuchar mis problemas, así como mis inquietudes. En fin, un servidor de Dios que ha significado mucho en mi vida y cuyo afecto hacia él es muy grande. En los momentos importantes de mi vida, lo he tenido siempre a mi lado. Estuvo conmigo cuando casé a mi única hija, cuando celebré mis 25 años como cursillista – con una entrañable Eucaristía en mi propia casa – y sobre todo en los periodos de mi dura enfermedad, rezando mucho por mí y dándome ánimos con gran amor y esperanza para seguir el camino y no desfallecer. A partir de ahora, lo único que yo puedo hacer por él es rezar para que el Señor le permita permanecer mucho tiempo aún entre nosotros y para que al final de la jornada le otorgue su recompensa.
¡Sebastián, te necesitamos!
Madrid (España), 29 de octubre de 1998
Testimonio recogido en el libro
«Conversaciones con Sebastián Gayá» de Mariví García. Madrid. 2005