Bienaventurados los mansos
Señor danos a entender,
danos enamorarnos,
danos vivir la bienaventuranza de tu mansedumbre;
arráncame, Señor, mis destemples y mis desplantes,
mis violencias, mis iras, mi mal humor.
Haz, Señor, que me doble siempre a tu voluntad,
como la flor al viento.
Haz que deje caer siempre a mi paso
una gota de serenidad y suavidad y dulzura.
Haz que sea alfombra para que los demás pisen blando; haz de mi vida una estela de luz suave, que a nadie deslumbre y sosiegue a todos, que eso, sí, eso es poseer la tierra, a fuerza de no quererla poseer.