¡Señor, detente!
¡Señor, detente!:
aquí tienes ese trozo de vida que me queda,
para que Tú la rijas,
para que Tú seas su centro,
para que te hospedes en ella.
No llores, Señor, que nuestras lágrimas
las lágrimas de nuestro arrepentimiento,
las lágrimas de nuestro propósito de superación
sequen el llanto de tus ojos.
¡Quédate, Señor!,
que sin Ti se hace noche en la vida del alma.