Etapa VI:La cabeza de la peregrinación


¿No te has fatigado aún, peregrino, en tu quinta etapa de romero? Sígueme, pues. Eres de los que, por no dejar la esteva del arado, son aptos para el Reino de Dios.
El amilanamiento, la abulia, el cansancio, no es de cristianos. Porque el cristiano es algo de Cristo; es un miembro de su Cuerpo Místico; y no sabe de desalientos. La frase bien vale un comentario. Verás.
Todos los hombres redimidos por Cristo vivimos de la vida sobrenatural que Cristo nos mereciera. Todos vivimos de su vida; todos de una misma vida: la que nos constituye hijos de Dios.
Pues bien: un cuerpo, un organismo vivo es un sistema ordenado de diversos aparatos vitales, como éstos son un conjunto de órganos, y el órgano un conjunto de tejidos, y el tejido un conjunto de células. Todo ese engranaje de células, tejidos y órganos tienen unidad porque hay un principio vital que los cohesiona y coordina y vitaliza.
Si todos los cristianos tenemos una misma vida con Cristo, luego todos formamos con Él un organismo vivo, un cuerpo. A eso llamamos el Cuerpo Místico de Cristo. Es la Santa Iglesia Católica.

Todos somos algo de Cristo.
Todos somos unos con Cristo.
Todos somos un Cristo.
Todos somos Cristo.

El principio vital que a todos nos unifica y vivifica es la Gracia de Cristo que nos comunica el Espíritu Santo.
Sin el Espíritu Santo –alma de la Iglesia- ese cuerpo no tendría vida; sería como aquel montón de huesos áridos que viera el profeta Ezequiel, secos, descarnado, sin vida. A la vos del Profeta, se les infundió el Espíritu; los huesos cobraron movimiento; se articularon y juntaron; se vistieron de músculos y nervios; se recubrieron de piel… y empezó la vida.
Así también la Iglesia, el Cuerpo Místico del Señor. Jesús subió a los cielos. Sopló sobre el Cenáculo, la primera célula de su Iglesia, el Espíritu Santo. Y los fieles cobraron vida de aquel principio vital que sobre ellos se desbordó al infundirles su Gracia.
El cristiano es un fragmento del Cuerpo de la Iglesia.
El cristiano es un injerto de Cristo.
El cristiano es un ser actuado y maniobrado por el Espíritu Santo.
¿Podrá sentir el desaliento? ¿Podrá desertar de su romería por las rutas de la santidad? ¡Tendría que desgajarse del cuerpo; tendría que apostatar del Espíritu Santo!


¿Cuál será la Cabeza de este Cuerpo? Es un miembro de la misma naturaleza que el resto del Cuerpo; pero es el miembro motor; el más perfecto; el más insigne.
Luego, la Cabeza del Cuerpo Místico es Cristo.
Es la Cabeza porque es el más excelente de todos los miembros. A su naturaleza humana une su naturaleza divina; es Dios además de hombre; es la cumbre de la creación.
Es la Cabeza porque Él rige todo el cuerpo, como rige una cabeza todo el organismo. Rigió la Iglesia directamente en los días de su vida mortal; la rige invisiblemente hoy como Pastor de las almas, iluminando a sus jerarcas, comunicando sus directrices, abogando a favor de ella, salvándola de los escollos y la rige visiblemente por el que es su Vicario, su Vocero, su Virrey, el Papa de Roma, y los Obispos y los párrocos en unión con el Pontífice.
Es la Cabeza porque ese cuerpo necesita de Cristo tanto que sin Él nada puede hacer, ni pensar, ni desear.
Es la cabeza porque de Él deriva la vida de ese Cuerpo, ya que por Él tiene la luz que extingue todas las tinieblas y la santidad que retoza de todos sus miembros.
¡Peregrinos: con tal Cabeza, ¿qué no haréis?! ¡Si Él es la vida, si Él es la fuerza, si Él es la luz, ¿cómo habrá muerte y noche e inacción en sus miembros?!
Tenemos la cabeza perforada de espinas, chorreando amor. ¡Peregrinos; a sufrir, a vencer, a amar! ¡Cristo a la vista! ¡Cristo en cabeza de formación! ¡En marcha tras Él, peregrinos!


“Todos nosotros, dice Pablo, somos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo, ya seamos judíos, ya gentiles, ya esclavos, ya libres”. Todos somos llamados a ser miembros del Cuerpo de la Iglesia Santa; por eso somos todos llamados a la romería de la santidad.
Sólo los que no han recibido las aguas regeneradoras del Bautismo, o los que, habiéndolas recibido, han apostatado de su fe, o han sido excomulgados por las jerarquías, o le han negado acatamiento, no pertenecen, de hecho, a ese Cuerpo.
Pero aún los pecadores, privados de Gracia, si algún día la tuvieron, son miembros efectivos. La infinita misericordia del Redentor no les niega un sitio en su Iglesia a quienes no negó participación en su sangre. Estos serán miembros muertos, dado que no tienen la Gracia, principio de vida; pero son miembros a quienes la Madre Iglesia mima como a pobres enfermos, para que de nuevo abran el corazón a la vida: ruega por ellos; por ellos se sacrifica. Ruega tú también por ellos y afánate por llevarlos a Dios.
Los que viven en Gracia, he ahí las falanges de los auténticos miembros, los miembros vivos, aquellos que reciben el jugo, la savia, la vida que mana de la Cabeza de Cristo Pastor.
Miembros vivos, los que en Gracia peregrinan hacia Dios sobre la tierra; miembros vivos los que en el purgatorio, finida la peregrinación, purifican con los tormentos transitorios, la última escoria de sus almas; miembros vivos los que en la gloria constituyen ya definitivamente el Cristo glorioso formado por el Cristo Hijo de Dios y por los cristos, miembros de Él. De mí depende que sea una célula gloriosa de ese Cristo o un tizón que arda en los fuegos eternos, decapitado de Cristo.


El principal de los miembros de Cristo es su Madre, María. Ella nos dio al Redentor, Cabeza de la Iglesia. Ella nos lo dio para redención, conformándose con su muerte.
Luego Ella nos dio la Vida. Es la Madre de la Iglesia y Madre de la Cabeza de la Iglesia y Madre de los miembros de la Iglesia. ¡Salve, Madre!
Y pues Ella nos dio a Cristo, fuente de la Vida, y mereció con Cristo la Redención, fuente de la Gracia. Ella es dispensadora de toda gracia, es la superintendente de todos los tesoros de Dios, es la Mediadora Universal de todas las gracias.
Toda nuestra vida está en sus manos.
Todo su amor en nuestros corazones.
Es la Madre de todos los peregrinos. No decaigas; no desesperes; no llores. ¡Tenemos Madre!
A los pies de Santa María del Pilar empezó la juventud católica de España su peregrinación a Santiago.
¡Por María hacia Cristo, hacia Dios!
Madre: en tu mes de mayo, los romeros de España se hincan ante tus plantas, para emprender sus rutas de santidad.

Sebastián Gayá Riera
Mayo 1946